jueves, 21 de febrero de 2008

Una de la guerra civil

Desde que era pequeño me han interesado las historias de la guerra civil. Pero no las del cine o la literatura (hago una excepción con el libro de Juan Eslava Galán, Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie), nada más lejos de la realidad. Me gustaban las de los verdaderos héroes, los que tuvieron que luchar allí, a favor o en contra de sus ideales, y las de los que sufrieron de una manera u otra aquellos duros años.

Hoy he leido en el blog de Belen in red una historia que me ha hecho recordar algunas de las que me contaron a mi. Vaya por delante que las tres que cuento, son un homenaje a sus tres protagonistas principales y a los personajes secundarios que en ellas aparecen. De los tres mencionados, uno fue lo más parecido a un abuelo que he tenido nunca; a otro no lo llegué a conocer y el tercero, ronda los 88 años y está lúcido como un niño pequeño.

* Los rojos: Como veréis fácilmente, el personaje de esta historia, luchó en el bando nacional y siempre se refería a los republicanos como "rojos". Nunca lo hizo con desprecio ni con odio, sino con un profundo respeto hacia el enemigo vencido.

Luchó en el frente asturiano al inicio de la guerra, y recordaba con nostalgia y un brillo de audacia en su mirada, como lograron franquear el callejón sin salida en el que se habían metido en Grado ("Grao" decía él).

Posteriormente participó en la Batalla del Ebro, de donde recordaba el intenso frio que pasó.

Cuando se licenció al terminar la guerra, no había sido herido ninguna vez.

* Madrid 1936-39: La segunda persona que me viene a la cabeza, es el abuelo de una muy buena amiga. Era andaluz de buena familia (con tierras) que al producirse el alzamiento se encontraba trabajando en Madrid. Cuando empezaron a realizarse las purgas, fue escondido en el sótano de una familia amiga. Pasados muchísimos meses en esa "prisión", un día decidió que no lo aguantaba más y que pasase lo que pasase, él tenia que salir a la calle. Quiso la suerte que a los pocos días de empezar a moverse, lo reconoció un miliciano armado, que fusil en mano cambio de acera dirigiéndose a él. Según cuentan, se puso pálido como la luna y se vió camino del otro barrio.

Cuando el miliciano llegó, sonriendo le dijo "'Señorito, ¿Pero que hace usted aqui?" y cogiéndole del brazo se lo llevó a una cafetería cercana.

Resulta que el miliciano y él eran del mismo pueblo, y que su padre había trabajado para el del señorito. Mucho antes de que la guerra empezase, el padre del miliciano había necesitado ayuda económica para montar un negocio que le permitiese dejar el campo, y no habiéndole prestado nadie nada, había recurrido a su jefe, el cual le había dado lo necesario para su proyecto, sin pedir nada a cambio.

Cuando su hijo vio al señorito en Madrid, y éste le refirió las penurias pasadas, el miliciano le dijo que no se preocupase de nada, que para eso estaba él allí. En unos cuantos días le consiguió un carnet de la CNT para que pudiese moverse con libertad y poder trabajar.

Nunca volvió a ver al miliciano.

* Deserción: De todos es sabido, que en la guerra allá donde te pillase era donde te reclutaban. Esto le sucedió al tercer protagonista de este relato. Da igual el bando en el que estuviese. La historia se repitió en ambos lados.

Cuenta que, como sus ideales políticos estaban en el bando opuesto, a los pocos meses de comenzar la contienda decidió con otros dos compañeros, aprovechar la cercanía de las filas enemigas para desertar la primera noche sin luna o con poca visibilidad. Cuando esto tuvo lugar, los tres dejaron sus fusiles y salieron a campo abierto. No se acuerda del porqué, pero algún centinela dio la voz de alarma y sus ex-compañeros comenzaron a dispararles. Uno fue abatido en la carrera y él y el tercero consiguieron llegar a la zona contraria. Fueron internados en un campo de concentración con otros fugados como ellos. Sin embargo, por fortuna, antes de que pasase la primera semana fue reconocido por un oficial amigo de su padre, que respondió por él y consiguió su liberación y su vuelta al frente.

Tampoco fue herido. De su compañero de fuga no supo nunca nada.

Las tres historias tuvieron finales felices. Sé que esto no es normal, pero sin duda, su hubiesen terminado en tragedia como tantas otras, yo no estaría hoy contándolas.

3 comentarios:

Firebrand dijo...

Yo podría contar algunas historias de guerra, ya que he pasado por dos, no como soldado—sino como poblador civil—pero realmente es un tema que solamente recordarlo me trae un horible sabor de boca, y al final termino cerrándola. En los tiempos actuales las contiendas han sido breves, pero no ha habido retaguardia. Las acciones han llegado a las poblaciones civiles, y en ese sentido la guerra civil española fué enormemente cruel y sentó un precedente a las contiendas de hoy día.

Belén dijo...

Y porque no me avisas de estas entradas tan bonitas?

besicos

Firebrand dijo...

Boticcario:

Me han dicho que ayer cumpliste años, enhorabuena. Hay un momento en la vida en que se empieza a contar hacia atrás. Pero tu estás todavía lejos de ello. Felicidades!