domingo, 17 de febrero de 2008

LAS MUSAS



Como no podía ser menos, también el Barrio de La Paternal tuvo su musa. A diferencia de otras barrios que tuvieron sus deidades protectoras acuñadas en mujeres imaginarias, la de La Paternal era real y se llamaba Aseret.Ya se ha señalado que los habitantes de ese barrio querían diferenciarse de las otras barriadas y, esforzadamente, construyeron una identidad propia. Su musa debía ser y era, de carne y hueso.

Pero no sucedió así en otros lugares: el Barrio de Pompeya —patria chica de Homero Manzi— tuvo su musa en Malena, que según el tango “canta el tango como ninguna” pero que no existió en la vida real.
El barrio de Palermo era devoto de la rubia Mireya, “que quité en lo de Hansen al guapo Rivera/ casi me suicido una noche por ella/ y hoy es una pobre mendiga harapienta”…Personaje celebre, pero inexistente.

En Parque Patricios, se veneraba a Estercita, “que hoy te llaman Milonguita/ flor de lujo y de placer/… de quién también se decía que “los hombres te han hecho mal”, pero era totalmente desconocida.
En la Boca se prendían velas por Margot, que ”llevaba boina azul/ y en su pecho colgaba una cruz”, pero de la que se ignoraban otras señas.
Hubo algunas como “Santa Milonguita” o “Mimí Pinzón” o “ Madame Ivonne” de las que no se sabía incluso, a que Barrio protegían.

Los Paternalenses decidieron casi por unanimidad que Aseret Raliuga sería la reina de su particular Monte Parnaso, la protectora de las artes y las ciencias de la barriada. El consenso no se logró por una votación o aclamación específica, ni por una campaña publicitaria; sino que, sobrevino en el espíritu de las gentes y, como una misteriosa fuerza, estalló un día y quedó allí, suspendido en el aire.

Ni que decir que la calle Gavilán donde habitaba la musa, se convirtió de pronto en la mas famosa del Barrio. Todos los días, a las cinco de la tarde, cuando la joven se asomaba a la puerta de calle para tomar el fresco y ver pasar la gente, una nutrida representación humana se congregaba para participar en amenas charlas y recibir los dones que la deidad prodigaba.

Nuestra heroína era de aspecto físico agradable, alta, muy delgada —en demasía para su época— de abundante cabellera rizada y de mirada muy perspicaz. Sobresalían sus cejas, tenía una manera simpática de expresarse y destacaba en ella una personalidad sencilla y cautivante. El trato que ofrecía la musa prendaba a hombres y mujeres por igual.

Sin pretenderlo logró enamorar una apreciable cantidad de vecinos, aunque sin confirmarle su correspondencia a ninguno. Hubo quienes abandonaron a sus novias y/o esposas para posicionarse mejor frente a una eventual elección de la joven. Tampoco faltó la competencia por ofrecerle los regalos mas insólitos; pero fiel a su estilo, Aseret alentaba a todos pero no elegía a ninguno. Algo así como el tejido de Penélope. Paralelamente a ello, —por los regalos recibidos— la familia Raliuga fue acumulando un capital nada despreciable

Según se cuenta, solo uno de los participantes de aquellos diarios saraos callejeros pudo arrimarse sentimentalmente a la joven. Era pobre de solemnidad, pero decían que su labia era muy precisa y sentida. No podía competir con los regalos materiales, pero era duro de alcanzar en las ofrendas del corazón. Un cierto día desapareció misteriosamente, y los vecinos notaron en la musa un cierto enfriamiento en su trato con ellos. Se decía —pero sin confirmación— que había sido asesinado por razones de envidia, a manos de algún enloquecido pretendiente. Pero esta especie nunca pudo ser probada.

Lo cierto es que aquel acontecimiento marcó un punto de inflexión en la platónica amistad entre Aseret y sus vecinos y/o pretendientes. Un buen día, la niña, sus padres y sus dos hermanos desaparecieron de La Paternal, y se rumoreaba que habían regresado a España, de donde eran oriundos. Una profunda congoja se apoderó del barrio; en la puerta del que fuera su domicilio se levantó un altar, se encendieron velas y nunca faltaron flores.

Se pensó en designar una Comisión para que le siguiera la pista en España, ya que se creía que la familia estaba en Andalucía, lugar de donde habrían venido. Pero el costo de ese emprendimiento era muy elevado,— ya que solamente viajar a la Península por barco tomaba 30 días— y fue imposible reunir los fondos. Es decir, el amor de la gente era muy grande, pero no tanto.

La última noticia que se tuvo fue que aquel misterioso joven, al que un día se lo tragara la tierra, había aparecido y localizado a la musa en la capital del Reino, pero esto tampoco pudo ser probado. Inexplicablemente el paso de aquella joven por Buenos Aires no quedó inmortalizado en ningún tango —como sucedió con otras musas—, deuda que hasta el día de hoy sigue sin honrarse.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Firebrand
Hace algún tiempo tuve el placer de conocer a Aseret Raliuga, vivia en Grazalema, un pueblecito de la serranía de Ronda, poseía una hermosura diferente que no se concretaba en sus rasgos,
los mozos, siguiendo la costumbre de apodar a todos sus paisanos, la llamaban La Remendá, por sus rizos rubios y su piel blanca y sus cejas y ojos negros, hubo muchos comentarios, se inventaron mil historias,
Ella me contó que al desaparecer su enamorado se quedó sin fuerzas para seguir haciendo de Musa, para seguir viviendo en La Paternal, me contó que en su corazón tenía un baúl lleno de palabras, de miradas, de gestos, que su amor había depositado.
Cuando nos despedimos su cara irradiaba luz y su mirada era alegre, tierna y con un toque de humor
b,c,a. cat.

Anónimo dijo...

B.C.A.Cat
Has dado una pista para la localización de la Musa. Es posible
que haya algun inmigrante del Barrio que se de una vuelta por Grazalema.
Me parece que la zaga acaba de comenzar. Hay muchos argentinos en España.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Que así sea, si así conviene. b.c.a.Cat