jueves, 14 de agosto de 2008

LA CABALA (CUARTA PARTE)

Quiero referirme en esta parte final de mi trabajo a uno de los mitos, a una de las leyendas mas curiosas de la Cábala, la del Golem . Sobre la leyenda del Golem ha habido bastantes variaciones, que constituyen per se, nuevas leyendas. Pero la idea general de la creación se mantiene en todas ellas. Dios toma un terrón de tierra (Adán quiere decir tierra roja en hebreo —Adamá es tierra y Adom es rojo), le insufla vida y crea a Adán, que para los cabalistas es el primer Golem . Ha sido creado por la palabra divina, por un soplo de vida.

En la Cábala se dice que el nombre de Dios es todo el Pentateuco, pero que las cuatro letras que forman el nombre de Dios están mezcladas. Por lo tanto, si del análisis matemático del libro sagrado, alguien alcanzare o llegare al nombre de Dios y supiera pronunciarlo, podría crear un mundo, incluido un Golem también, un hombre.

Se supone que si un rabino llega a descubrir el secreto nombre de Dios y lo pronuncia sobre una figura humana hecha de arcilla, ésta se anima y se llama Golem. Una variante de esta leyenda dice que se inscribe en la frente del Golem la palabra EMET (verdad, en hebreo). El Golem crece y hay un momento en que es tan alto que su creador no puede alcanzarlo. Entonces le pide que le ate los zapatos, el Golem se inclina y el rabino sopla y logra borrarle el aleph ( E ) o primera letra de EMET. Queda MET (muerte) y el Golem se transforma en polvo. Del polvo vienes y al polvo retornarás.

El célebre escritor y poeta argentino, Jorge Luis Borges ha escrito un poema de dieciocho versos sobre la Leyenda de Golem, que paso a reproducirlo.

EL GOLEM

Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.

Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
En el Jardín. La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado
Y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre
No tienen fin. Sabemos que hubo un día
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia,
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave

La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
Sobre un muñeco que con torpes manos
labro, para enseñarle los arcanos
De las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio formas y colores
Que no entendió, perdidos los rumores
Y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)
Aprisionado en esta red sonora
De Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

(El Cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura apodó Golem;
A estas verdades se refiere Scholem (1)
En un docto lugar de su volumen) (2)

El rabí le explicaba el Universo
"Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga"
Y logró, al cabo de años, que el perverso
Barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía
O en la articulación del Sacro Nombre;
A pesar de tan alta hechicería,
No aprendió a hablar el aprendiz de hombre

Sus ojos, menos de hombre que de perro
Y harto menos de perro que de cosa,
Seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su paso el gato del rabino
Se escondía ( Ese gato no está en Scholem
Pero, a través del tiempo, lo adivino)

Elevando a su Dios manos filiales,
Las devociones de su Dios copiaba
O, estúpido y sonriente, se ahuecaba
En cóncavas zalemas orientales.

El rabí lo miraba con ternura
Y con algún horror. ¿Como, (se dijo)
Pude engendrar este penoso hijo
Y la inacción dejé, que es la cordura?

¿Porqué di en agregar a la infinita
Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
Madeja que en lo eterno se devana,
Di otra causa, otro efecto y otra cuita?

En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?


(1) Se refiere al escritor Geshom Scholem
(2) El libro se titula; El simbolismo de la Cábala

lunes, 4 de agosto de 2008

LA CABALA (PARTE TERCERA)

Los defensores de este sistema de interpretación de las Sagradas Escrituras consideran como exposiciones autorizadas de sus doctrinas solamente a dos libros: El libro de la creación y El Zohar.

El libro de la creación dice ser un monólogo del Patriarca Abraham, quien enumera los treinta y dos caminos de sabiduría por medio de los cuales Dios produjo el universo y habla de la relación que existen entre las cosas visibles y las letras que son los signos de las ideas.

El Zohar (luz, resplandor) ha sido considerado "La Biblia" de los cabalistas, está escrito en arameo —un idioma predecesor del hebreo— estando la porción principal del tratado dividida en cincuenta y dos lecciones semanales, de manera que puede ser leído en el curso de un año.

Me referiré solamente a un aspecto del contenido doctrinario del Zohar: los cuatro mundos. El primer mundo, el mundo primigenio, es el mundo de las emanaciones.
Considerado en si mismo, el Ser Supremo (En soph, sin final, infinito) es una idea. De ese Ser Primordial no podemos decir que existe, ni tampoco que piensa, ni tampoco que quiere. Solo podemos decir que de él surgen diez emanaciones, las sephirot. La idea del Ser eterno que siempre ha tenido esas diez emanaciones es de difícil comprensión, Esas diez emanaciones, emanan una de otra, y el texto nos dice que corresponden a los dedos de las manos. La primera emanacion se llama La Corona, de la corona surge otra emanación, de esta otra, luego otra hasta completar diez. Las diez emanaciones forman un hombre que se llama el Adam Kadmon, el hombre Arquetipo. Ese hombre está en el cielo y nosotros somos su reflejo. El primer mundo es el mundo de la creación.

El Segundo, tercero y cuarto mundo; del primer mundo emana el Segundo, el mundo de la formación. De este emana el mundo material, que es el mundo en el que nosotros vivimos, y a su vez de este emana el cuarto mundo, que es el mundo infernal. Todos estos mundos estan incluídos en el Adam Kadmon. Lo expuesto parece una pieza de museo de la historia de la filosofía, pero puede ayudarnos a pensar y tratar de comprender el Universo.

El mecanismo de las diez Sephirot y los cuatro mundos que van creando esas diez emanaciones, a medida que se van alejando de En soph, de lo ilimitado, de lo oculto, van perdiendo fuerza, hasta llegar a la emanación que crea este mundo, en el que estamos nosotros y que fué creado por el Dios que se llama Jehová. Se trata de un Dios devaluado, en el que la divinidad primigenia se ha ido disminuyendo, y que ha construído este mundo falible, lleno de horror, de pecados, de sentimientos de culpa, lleno de crímenes.

Sí: este mundo es la obra de una Divinidad deficiente, de un Dios que no es el Dios y que lo ha amasado con un material adverso. No es la obra de un Dios todopoderoso y justo, pero depende de nosotros. Tal es la principal enseñanza que nos deja la Cábala, mas alla de ser una curiosidad que no puede ser demostrada científicamente.

sábado, 26 de julio de 2008

LA CABALA (Parte segunda)

Hay teólogos luteranos que no se avienen a englobar las Escrituras entre las cosas creadas por Dios y las definen como una encarnación del Espíritu Santo. Es imposible definir el Espíritu Santo separado de la sociedad de la que forma parte, la Trinidad Cristiana: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los católicos laicos la consideran un cuerpo colegiado infinitamente correcto y también aburrido, los liberales un vano guardián ideológico, una superstición que los muchos adelantos de la humanidad ya se encargarán de abolir. La Trinidad excede estas fórmulas . Imaginada de golpe parece un caso de deformación intelectual que solo el horror de una pesadilla pudo parir. Desligada del concepto de Redención, la distinción de las tres personas en una tiende a aparecer arbitraria.

Renunciar a la Santísima Trinidad es hacer de Jesús un delegado ocasional del Señor, un incidente de la historia, no el auditor continuo e imperecedero de nuestra devoción.
Si el Hijo no es también el Padre, la redención no es obra directa divina. Si no es eterno, tampoco lo será el sacrificio de haberse rebajado a ser hombre y haber muerto en la cruz. Así puede justificarse el Dogma, no obstante que los conceptos de generación del Hijo por el Padre, y del Espíritu Santo por los dos, son meras metáforas.

La teología, empeñada en diferenciarlas, sostiene que no hay motivo de confusión, porque el resultado de una generación es el Hijo, y de una segunda el Espíritu Santo. Los Doctores de la Iglesia sostienen que este, es la intimidad de Dios con nosotros, conclusión que podemos rechazar o venerar, pero nunca discutir. Y la tercera persona de esta enredada Trinidad es el reconocido autor de Las Sagradas Escrituras.

Si la Sagrada Escritura no es una escritura producida por una inteligencia infinita, ¿en que se diferencia del resto de las escrituras humanas? Tomemos el caso de un texto corriente —vgr. las menciones efímeras del periodismo— toleran una cantidad enorme de azar, comunican un hecho, suministran informaciones. Los párrafos de esa escritura son necesariamente casuales, pero si Dios dicta palabra por palabra lo que se propone decir (San Agustín), hace que la Escritura sea un texto absoluto donde el azar es cero.

Concebir de esta manera ese documento es un prodigio superior a cuantos consignan sus páginas, un libro impenetrable a la contingencia, un mecanismo de infinitos propósitos, de revelaciones infalibles. ¿Cómo no interrogarlo hasta lo absurdo? Es lo que han hecho los cabalistas, han preferido reducirlo a una expresión numérica, y más de uno enloquecer en el intento de interpretar esos resultados matemáticos. Burlarse de esas operaciones es fácil, pero tratar de entenderlas puede ser fatal.

martes, 22 de julio de 2008

LA CABALA


Las diversas y contradictorias teorías que llevan el nombre de la Cábala proceden de un concepto totalmente ajeno a nuestra mente occidental —por lo menos a la mía— el del Libro Sagrado. Nosotros tenemos un concepto análogo: el del Libro Clásico. Sin embargo en este caso, análogo no significa igual, sino parecido.

Un libro clásico es un libro eminente en su genero; como por ejemplo El Quijote, La Divina Comedia, el Fausto; son libros clásicos. Los griegos consideraban a la Ilíada y la Odisea libros clísicos, pero a nadie se le ocurrió decir que fuesen perfectos, palabra por palabra.

La Ilíada era un libro eminente: se lo tenía como el ápice de la poesía, pero no se creía que cada palabra fuera inevitablemente admirable, letra por letra: se lo veía como cambiable y se lo estudiaba y estudia históricamente situandoselo dentro de un contexto.

En el mundo musulmán, para los Ulemas,— los doctores de la ley musulmana,— el Coran no es un libro como los demás. Es un libro (increíble pero cierto) anterior a la lengua árabe: no se lo puede estudiar ni histórica ni filológicamente pues es anterior a los árabes, anterior a la lengua en que esta escrito e incluso anterior al universo. Ni siquiera se admite que el Coran sea obra de Dios: es algo más intimo y misterioso.

Para los musulmanes ortodoxos el Coran es un atributo de Dios, como su ira, su misericordia y su justicia. En el mismo Coran se habla de un libro misterioso, la madre del libro, que es el arquetipo celestial del Coran, que está en el cielo y que veneran los ángeles.

El concepto de libro sagrado es del todo distinto a la noción de libro clásico. En un libro sagrado son sagradas no solo sus palabras, sino las letras con que fueron escritas. Este concepto lo aplicaron los cabalistas al estudio de la Escritura. La idea es esta: el Pentateuco, la Torá es un Libro Sagrado. Una inteligencia infinita ha condescendido a la tarea humana de redactor un libro, ha sido el Espíritu Santo quién ha condescendido a la literatura, lo cual es tal increíble como suponer que Dios condescendió a ser hombre. Pero aquí ha habido una condescendencia mas íntima: el Espíritu Santo condescendió a la literatura y escribió un libro en el que nada puede ser casual, como sí; hay algo casual en toda literatura humana.

Si un cervantista dijera que: el Quijote empieza con dos palabras monosilábicas terminadas en n (en y un), y sigue con una de cinco letras (lugar), con dos de dos letras (de la), con una de seis (Mancha) y luego se le ocurriera derivar conclusiones de eso, inmediatamente se pensaría que está loco.Sin embargo la Biblia ha sido estudiada de ese modo. (Sacad vuestras conclusiones sobre los estudiosos de la Biblia que se guiaron por ese método)

Incluso hay algo que debe haber influido el la Cábala: Las palabras. Fueron el instrumento de la obra de Dios, quién creó al mundo mediante palabras. Dios dice que sea la luz: (fíat lux) y la luz fue. De allí se llegó a la conclusión de que el mundo fue creado por la palabra luz, o por la entonación que Dios dio a la palabra luz. Si hubiera dicho otra palabra y con otra entonación, el resultado no habría sido la luz, sino otra cosa.

Y así llegamos al conflicto con nuestra mente occidental. Cuando pensamos en las palabras entendemos que en un principio fueron sonidos, que luego llegaron a ser letras. En cambio los Cabalistas y Ulemas suponen que las letras son anteriores y que fueron un instrumento de Dios. Es como si se pensara, —contra toda experiencia— que la escritura fue anterior a la dicción de las palabras.

La Cábala significa recepción, tradición. Se toman las palabras del Texto sagrado, se inventan equivalencias entre las letras diversas y también se inventan leyes para leerla. Se trata a La Tora como si fuera una escritura cifrada, criptografica. Por ejemplo: se puede tomar cada letra y ver que esa letra es inicial de otra palabra la que se lee a continuación, luego otra y así sucesivamente. El resultado es una frase que necesariamente debe tener un significado, porque es obra de Dios.

También pueden formarse dos alfabetos; uno de la a a la l, y otro de la m a la z o su equivalente en letras hebreas y se consideran que las letras del primer alfabeto son equivalentes a las del Segundo. También puede leerse el texto; una parte de derecha a izquierda, otra de izquierda a derecha, a continuación de derecha a izquierda, y así sucesivamente. También aquí resultaran frases, que por ser obra de Dios, deben significar algo.

Otra alternativa—de las infinitas que existen— es atribuir a las letras un valor numérico, se forma con ello una criptografia que puede ser descifrada y los resultados deben significar algo, ya que fueron previstos por la inteligencia de Dios, que como sabemos es infinita. Y ese algo es la Doctrina, que si resulta poco clara, dará origen a la aclaración de los Exegetas.

De un texto redactado por una inteligencia infinita, por el Espíritu Santo, no puede haber una grieta, todo tiene que ser fatal. De esa fatalidad los Cabalistas dedujeron su sistema, y los Ulemas la célebre expresión: Estaba escrito.