martes, 4 de marzo de 2008

LA JUSTICIA EN LA PATERNAL



Uno de los capítulos mas interesantes, de los avatares del afamado barrio de la ciudad de Buenos Aires, fue el de la Justicia. La cosa comenzó por causa de una decisión externa del barrio. Sucedió que en el popularísimo barrio de La Boca, sede Del club mas mentado del fútbol argentino —Boca Juniors— un grupo de artistas y personalidades de las barriada resolvió fundar la “República de la Boca”. El objetivo de esta amable Asociación sin fines de lucro, fue la divulgación de las actividades culturales de la patria chica de los boquenses, y la realización de tanto en tanto de enormes cenas para todos los “ciudadanos”.

Los vecinos de La Paternal imbuidos de su complejo-manía de hacer las cosas siempre mejor que los demás, decidieron que la fundación de una República en La Paternal era cosa de largo aliento. Había que proclamar la Independencia, dotarse de una Constitución, buscar apoyo externo, etc. etc. por lo que resolvieron empezar la obra por el techo, y no por los cimientos. Hasta que las etapas fundacionales estuviesen cumplidas, funcionarían solo Tribunales de Justicia en el ejido paternalense. En una primera etapa se atenderían aquellos asuntos que el Derecho Positivo argentino aún no había legislado y, en una segunda, se abarcaría la totalidad del derecho vigente.

Se proclamó entonces que estos Tribunales complementarios tendrían por objetivo “fertilizar el árido suelo del Derecho y promover el desarrollo de nuevas flores en la Justicia (¿?)” de todos los fueros creados el mas famoso fue el “Tribunal de los Animales”. Contrariamente a lo que muchos puedan pensar, no se atendían aquí asuntos de seres humanos, sino asuntos de seres considerados menores en la escala zoológica.

Así, perros, gatos, caballos, toros, ratones, langostas, mosquitos, etc. etc. tuvieron un fuero único, donde se dilucidaban sus cuestiones de Derecho Civil, Penal, Administrativo y otros que los involucraban. El caso que más ampollas levantó en la barriada fue el que promovió el vecino Pedro Cristaldo contra los gatos y los perros del lugar. Fue un tipo de juicio colectivo contra estas dos especies zoológicas. El vecino —que se proclamaba vocero del Barrio— sostuvo, en su escrito incial, que solicitaba la apertura de un proceso contra perros y gatos con arreglo a las prescripciones de las Ordenanzas Municipales, por el delito de orinar y defecar en la vía pública para ambos y, subsidiariamente, contra los gatos, por romper las bolsas de basura y desparramar los residuos.

Seguía diciendo que la ley instruye que perros y gatos deben ser defendidos por las autoridades, por lo que pedía el nombramiento de un Defensor a fin de que los implicados no tuvieran motivo de queja. También solicitaba el nombramiento de un fiscal acusador, la comparencia de testigos y la realización de pericias varias a “las bestias irracionales”.

El Tribunal se constituyó y las deliberaciones duraron casi un año. El representante comunal —a la sazón fiscal acusador— manifestó que: perros y gatos, aparte de “ensuciar en la vía pública y romper las bolsas, propagaban infecciones y vaticinaba que si esas especies no eran eliminadas, los vecinos se mudarían del barrio y no habría quién pagara los impuestos. También señalaba el eventual peligro de “esas fieras” —que solían morder o arañar a las personas— sobre todo en el caso de padecer la enfermedad de la rabia.

El Defensor de los acusados comenzó su descargo haciendo una apología de perros y gatos, resaltando su lealtad e inteligencia respecto a sus dueños. Se explayó sobre los perros guardianes, perros de caza y perros lazarillos, ponderó su ayuda y utilidad en las cosas del diario vivir, el amor que despertaban en las personas, quienes toleraban incluso que durmieran con ellos en sus camas. También resaltó sus labores como animales de compañía, que ayudaban a las personas mitigar su soledad, al tiempo que gustaban de jugar con los niños. Trajo a colación antecedentes extranjeros, como el de la raza San Bernardo, que a tantos humanos salvó la vida. Terminó diciendo que la actividad del “hombre de la perrera” debía ser considerada una “profesión deshonrosa”.

A su turno, un Testigo declaró que hacía veinte años que recorría las calles del barrio y que había visto y olido en la vía pública los detritus de los acusados. Otros dos testigos, imparciales como el anterior, ratificaron lo dicho por este y los tres se ratificaron bajo juramento.

En el turno de réplica el Acusador ratificó sus agravios, y el Defensor agregó una súplica pidiendo al Tribunal que no les retire su protección —pero que si este llegara a ser el caso—, que la Acusación proveyera de alguna residencia donde los animales pudieran retirarse a vivir en paz, y que si alguna hembra estuviera preñada, se le concediera un plazo suficiente para que diera a luz y se le permitiera llevar sus crías.

Después de escuchar a la Acusación, la Defensa y los Testigos el Tribunal sentenció que “las bestias dañinas” conocidas bajo el nombre de perros y gatos sean conjuradas a marcharse del Barrio de La Paternal en el plazo de 10 días hábiles, que se les prohíba eternamente todo intento de retorno y que si alguno de los animales estaba preñado se le concedieran tres meses suplementarios, bajo la protección del Tribunal, para que desalojar el barrio. No se proveyó otro territorio para el nuevo establecimiento de perros y gatos, por lo que estos debían marcharse donde quisieran o pudieran hacerlo.

Nada mas conocerse la Sentencia los habitantes del Barrio se dividieron en dos bandos irreconciliables, uno a favor y otro en contra de la resolución del Tribunal. Hubo manifestaciones y marchas, también contramanifestaciones y contramarchas, roturas del mobiliario urbano, cierre de comercios, pegatinas y otras variadas formas de protesta.

Las autoridades argentinas, viendo el cariz de los acontecimientos, consideraron que el objetivo fundacional de los Tribunales —el promover el desarrollo de las flores de la justicia— se había ido para el lado de los tomates, y que si desarrolló alguna flor, esta era de piedra, por lo que comisionaron al Jefe de la Comisaría del barrio a que tomara a su cargo la resolución del asunto, ofreciéndole carta blanca para actuar.

El Comisario Bermúdez dijo que los Tribunales, los juicios y todo lo demás, eran una parodia de la Justicia, que si los interesados querían actuar que se dedicaran al teatro, por lo que prohibió toda “actuación judicial” en su jurisdicción y aseguró que “no los metía en cana” porque consideraba que en el fondo eran buena gente y no delincuentes comunes. Y de esta forma vino a desbarrancarse lo que al principio fue un hermoso sueño justiciero. Cosas de este mundo.

2 comentarios:

boticcario dijo...

Se te ha olvidado añadir que, por una vez, la justicia actuó de forma diligente y rápida. :-D

bastekcat dijo...

Como se trata de hacer justicia,...Bonitos ojos boti...
tendremos que hacer fotos tipo puzle para ir poco a poco conociendonos...