miércoles, 19 de marzo de 2008

ORIGENES DEL AMOR EN ESPAÑA


En la Edad Media, y debido a los siglos de influencia árabe, las mujeres españolas vivían en una atmósfera muy parecida a la de un haren. No solo la opinión pública se oponía a las relaciones directas entre hombres y mujeres; los celos de los esposos imposibilitaban el contacto con probables amantes. Cuando el marido se hallaba impedido de vigilar personalmente a su mujer, otra mujer lo reemplazaba en la vigilancia, y lo hacía con los ojos de Argos. Recuérdese que en la mitología griega, Argos era un mounstro que tenía cien ojos, de los cuales solo dormían cincuenta alternativamente, por lo que estaba en perpetua vigilancia.

Y sin embargo, en España, que carecía prácticamente de vida social, también existía una versión mas atenuada del “Servicio de la mujer”, aquel juego de “amor” desarrollado con tanta pasión en la época de la Caballería, en Alemania.
Se daba en el lugar que se hubiere pensado como en menos apropiado; la Corte Real. La vida social de la corte española sufría el influjo de una de las mas extrañas invenciones del espíritu humano: la etiqueta española. Ideada por Felipe II, fue luego transmitida a sus sucesores como un auténtico salvavidas de plomo.

La etiqueta española convirtió en divinas las personas del Rey y la Reina. Siendo que los dioses no ríen; la risa y la diversión fueron expulsadas de la Corte. De Felipe IV se dice que solo se rió tres veces en toda su vida. La Reina tenía una dama de compañía, la Camarera Mayor, su tarea era estar permanentemente a su lado y hacer observar férreamente el cumplimiento de la etiqueta. “¡La Reina de España no puede asomarse a la ventana!”…y le sacaba la tarjeta amarilla. “¡La Reina de España no debe reír!”…y le sacaba la tarjeta roja. (No puede jugar el próximo partido).

Por su parte, las Damas de Compañía —que también se morían de hastío—tenían una supervisora, la Guardadama, que con la ayuda de varias alcahuetas, vigilaban la moral de las cortesanas. Tanto la Reina como sus Damas de Compañía debían vivir en Palacio, y a afectos de hacer soportable esa “vida”, la etiqueta les permitía tener uno o más admiradores oficiales, con el título de “Galanteos de Palacio”. Estos podían ser solteros o casados, viejos o jóvenes, sus servicios no obtenían ninguna recompensa, solo tenían el “derecho” de adorar y servir a su dama.

El caballero de la Corte era espiritualmente afín con Don Quijote y los Caballeros Alemanes. Durante el año solo disponían de contados días en los que se les permitía gozar de la compañía de sus damas protegidas y veneradas.
Debido a que las Damas de Compañía se las veía en raras ocasiones en público, la ocasión de acompañarlas solo se presentaba en las grandes recepciones de la corte o durante las procesiones o en las fiestas. En esos momentos, el Caballero podía estar de pié, al lado de su dama y cortejarla… dentro de los límites del más estricto decoro, ya que así lo indicaba la etiqueta, y si no, habría algún correveidile listo para alcahuetar.

Durante el resto del año, el Galanteo podía rondar el Palacio a la espera que la dama apareciese, solo por un instante, en la ventana. Entonces, allí podía el Caballero — solo por señas— declararle su amor.
Y las señas eran: el enamorado se llevaba un pañuelo a los labios, luego a la frente y por fin al corazón. Y eso era todo.
A fin de obtener alguna satisfacción física de semejante pasión, el Galanteo sobornaba al cirujano que sangraba regularmente a las Damas de Compañía —vaya medicina— para que les entregara alguna venda o servilleta empapada en la sangre de su bien amada.
Y a pesar de todo, el Galanteo Oficial era considerado una gran distinción y honor. Jóvenes y viejos luchaban e intrigaban por obtener el privilegio. Cosas vederes Sancho…que non creyeres.

Una reflexión final:
Mujeres y hombres hemos recorrido un largo camino desde que ocurrieron los hechos relatados hasta nuestros días. Se han derribado costumbres realmente estúpidas —por lo menos para nuestros ojos— y, sin embargo, buena parte del planeta conserva todavía esos resabios medievales.
No faltan los pretextos de cualquier tipo para justificar toda clase de barbaridades en las relaciones entre los sexos. Hay países que por su estructura sociológica están vacunados contra la regresión a épocas superadas, pero hay otros, en que por un estúpido interés político, son candidatos a volver al pasado. Que cada cual analice la circunstancia en la que vive y actúe en consecuencia. Amén.

3 comentarios:

Stultifer dijo...

Después de un minucioso estudio, STULTIFER te otorga el prestigioso galardón al MEJOR BLOG DEL DÍA en No sin mi cámara por los contenidos y matices. Visitanos y comenta con nosotros. Saludos cordiales.

Después de vuestras pequeñas vacaciones, esperamos seguir leyendoos, o trees.

Thiago dijo...

Un blog muy entretenido, ha tenido razón sobrada Stultifer, que por otro lado no me decepciona nunca, para otorgar su ya tan prestigioso galardón...¡Bienvenido al club!

Bezos.

Los Caballos de Troya dijo...

Os tengo que decir que volver de las "minivacaciones" de semana (¿santa?) y empezar otra vez a navegar por vuestros blogs es estupendo.
Quería estar cuatro días desconectado de todo, pero el gusanillo de los blogs me picaba por todo el cuerpo...

Un saludo desde Barcelona
Alfonso