domingo, 16 de marzo de 2008

LOS COMIENZOS DEL AMOR

La maravillosa aventura del amor, en la que todos estamos metidos, tuvo sus comienzos el la Edad Media, en la época de la caballería. Anteriormente, en el período precristiano, el amor no era conocido en la forma que se desarrolla actualmente.
La mujer, en su carácter de madre de familia, era objeto de un gran respeto. Se la colocaba en un pedestal, se la dejaba en paz y no se la perseguía.
En el seno del matrimonio poco se hablaba de amor. Si el hombre necesitaba diversión y estímulo se dirigía a la hetera, pero no encontraba en ella ninguna forma de realización espiritual. En la antigua Grecia y en Roma se concurría a los gimnasios en busca de Efebos con los que mantener una relación amorosa. El famoso discurso del Simposio sigue siendo hasta hoy la piedra de toque de la homosexualidad masculina, y tuvo su origen en Grecia.

Pero el amor, según lo entendemos hoy —en el supuesto que realmente lo entendamos— se desarrolló en el período de la Caballería , a partir de la creación de una Institución alemana llamada Frauendienst, o sea Servicio a la mujer. En su inicio, el Servicio a la mujer, fue una costumbre convencional carente de auténtica posesión amorosa. Se cumplía en beneficio de las mujeres casadas que detentaban el mas alto rango, en la alta sociedad únicamente. Era esencial para un hombre de la alta sociedad encontrar una Dama a la que ofrecer sus servicios. Si la Dama aceptaba, el hombre se convertía en Caballero y realizaba todas sus hazañas en nombre de ella.

Era un juego entretenido de “pasiones intelectuales y amorosas”, teniendo esta última expresión el significado de afecto solamente. De amor, amor; nada. Las Damas no podían aceptar mas que un Caballero, ni recibir los servicios de mas de uno. El símbolo de la aceptación era una cinta, un velo, una corona, una pluma, etc. que el Caballero portaba en el casco o en la punta de su lanza. Constituía un verdadero talismán. El esposo de la Dama desempeñaba un papel indiferente en todo esto, aunque también el podía ofrecer sus servicios a otra Dama.

La aceptación de la servidumbre del Caballero se realizaba por ceremonia pública, en ella el hombre se comprometía a servir a la mujer, pero ella no tenía ninguna obligación respecto del hombre. Este participaba en Torneos, Justas o en una Cruzada en nombre y gloria de su Dama, bajo sus ordenes, a cambio de… nada. Pero el Caballero al prestar el servicio se elevaba sobre la rutina diaria, y todo esa elevación era el premio. Por “amor al arte”, que decimos hoy.

Y ella aceptaba por el mismo motivo, para llevar un poco mas de color a su vida, tediosa, monótona. En ambos se producía una ligera exaltación de sus sentidos, pero la cosa no pasaba de un simple galanteo. Es interesante ver como funcionaba el matrimonio en la Edad Media, su fundamento era el interés familiar y no el amor de los novios. Los padres elegían los cónyuges para sus hijos, y sin protestas. La vida matrimonial carecía de romanticismo, los hombres eran toscos y a menudo castigaban con azotes a sus mujeres. Estamos hablando de los hombres de los “altos círculos”.

Las mujeres encadenadas a maridos borrachos y brutales, solo tenían respiro cuando los señores salían de caza, marchaban a la Corte Real o a la guerra. Para la mujer era difícil y peligroso tener un amante —no muy distinto de su marido—, pero en cambio el inofensivo “Servicio a la mujer” era lo conveniente, un galanteo prolongado, un “juego de amor”. Era mucho lo que un caballero aceptado podía hacer por su dama. Si escribía versos la ponía por las nubes, elogiaba los encantos y sus virtudes, en una palabra: la idealizaba. Fíjense sino: Oh! Fragante rosa de Madrid, Estrella de la mañana, Capullo de mayo, Fuente de felicidad, Perfume de miel, Cielo de los ojos….Todo ello por el Servicio,… amor platónico…Serviteur d’amour.

El hecho de que Miguel de Cervantes caricaturizara a Don Quijote, no debe hacer olvidar que hubo muchos que vistiendo armadura verde salieron en busca de aventuras para gloria de su Dama, y ello fue en serio; absolutamente. Debemos reconocer que Cervantes relató humorísticamente lo que en realidad ocurría.
Pero al final el amor caballeresco, sin recompensa, entró en crisis y llegó a su fin durante la época del Renacimiento, donde comenzó a surgir el amor apasionado como lo conocemos ahora.

Sin embargo la Institución del Servicio a la mujer marcó un punto de inflexión en la horrible historia de la humanidad. A partir de allí y muy lentamente, las relaciones hombre-mujer comenzaron a discurrir por carriles comunes y a los tropiezos llegaron hasta hoy, donde todavía siguen perfeccionándose. Cabe preguntarse ahora si aquella Institución ha desaparecido. La respuesta es no. Todavía hay quién, sin recibir nada, sigue al Servicio de la mujer, —que gustosamente lo acepta— y a su vez se solaza por hacer lo que hace. Y a la inversa, hay mujeres que estan al "Servicio del hombre", sin recibir nada y muy felices por hacerlo. Convengamos que no son demasiado abundantes, pero que l@s hay; l@s hay.

2 comentarios:

boticcario dijo...

Esto es una autentica lección de historia.

A mi me contaron una vez que los besos en la boca son bastante recientes. Como antes no se lavaban los dientes, el acto de besar era bastante desagradable. A lo mejor empezó con el amor romántico ¿no?

bastekcat dijo...

Me ha gustado lo de la institución al servicio de la mujer.
De hecho muchas mujeres modernas pertenecen a la misma, especialmente las casadas y yo aunque sin saberlo he estado muchos años apuntada.
Sin embargo desde hace unos meses tomé la decisión de hacerme socia de honor, y pensé que primero elegiría de "caballero" a un albañil, más tarde sería el fontanero, el carpintero y el electricista. Pero la verdad es que ninguno de ellos quiso portar mis colores. Posteriormente tuve más suerte así que hace una semanita he renovado el carnet de la asociación de manera que mi "amigo" carga mis muebles de IKEA a cambio de nada.
...Lo que no inventemos nosotras...