jueves, 3 de abril de 2008

EL MAGNICIDIO



Muerte de John Fitzgerald Kennedy
de 46 años de edad, 35* Presidente
de los E.E.U.U., el 22 /11/1963


Diecisiete años después de ese acontecimiento, tuve oportunidad de visitar, en dos años consecutivos, la ciudad de Dallas, en el Estado de Texas. Eran los años del Señor de 1980 y 1981. Yo recuerdo el día de su asesinato, me encontraba en Buenos Aires trabajando en una oficina. La noticia causó gran perturbación por tratarse de quién era, pero pasadas las exequias, la cosa se fue desinflando, —porque al final— para nosotros, era una personalidad extranjera.
Solo al visitar el lugar donde ocurrieron los hechos, pude apreciar la conmoción profunda que aquello había causado en el pueblo americano, — y debo reconocer— yo también sentí un extraño escalofrío al palpar sobre el terreno las circunstancias de su muerte.

Justo en una esquina del edificio desde donde le dispararon, se instaló un pequeño cine que ofrecía los noticiosos de la época, acompañando el relato con un mapa con pequeñas luces, que en forma coordinada con el filme, explicaban los que fueron los últimos momentos del Presidente. La visualización de aquello me llevó a pensar en una conspiración muy bien urdida, que había sido llevada a cabo con una profesionalidad demencial. Y eso era lo que me producía el escalofrío antes mencionado. El hecho de que más adelante, unos 20 testigos que se ofrecieron a la investigación judicial, murieran en forma violenta, terminó por convencerme de la intencionalidad de aquella muerte.

Aún hoy —44 años después— me acuerdo de aquellas visitas a esa ciudad. Aquel nefasto 22 de noviembre discurrió más o menos así: La pareja Presidencial llegó al aeropuerto de Dallas pasado el medio día, y se embarcó en un automóvil descubierto, con el fin de saludar a la población congregada a lo largo del recorrido. El FBI había recomendado al Presidente que no utilizara esa clase de vehículos para su desplazamiento debido a la falta de protección. Pero los Kennedy eran enormemente populares y sobre todo JFK era bastante vanidoso, y no se quería perder el baño de multitudes vivando y aplaudiéndolo. En el vehículo viajaban la pareja, el Gobernador del Estado y su esposa, al lado del chofer iba un agente del FBI y en el momento de los disparos varios agentes federales estaban apareados al automóvil presidencial.

El viaje desde el aeropuerto al centro de la ciudad transcurrió normalmente. Al llegar a la zona céntrica la velocidad se redujo apreciablemente, no debía superar los 5 km. por hora. La calle por la que venía la comitiva desembocaba en una plazoleta circular, bastante amplia, por lo que el automóvil dobló a la derecha, la fue rodeando, y en el preciso momento en que se disponía a retomar la continuidad de la calle, sonaron dos disparos que alcanzaron, por detrás, la cabeza del presidente. Todos los ocupantes del auto estaban sentados, viajaban seis personas, y solo JFK fue impactado por los disparos. El tirador tenía una puntería excepcional, el auto apenas se movía, no había ninguna protección, la víctima estaba sentada…

Lo que vino después es bastante conocido. El asesino fue capturado de inmediato, se le encontró el fusil que utilizó, y dos días después, al ser trasladado a los Tribunales fue asesinado por un enfermo terminal de cáncer, que se le acercó sin que nadie lo detuviera, y le disparó desde muy corta distancia. Luego murió el asesino del asesino, en prisión, mas tarde los testigos y al final la investigación parlamentaria declaró que el victimario de JKF actuó solo, por iniciativa propia y sin cómplices. Anda a contársela a Gardel…

1 comentario:

Firebrand dijo...

Confórmate con ello. Los que sabían más o vieron demasiado fueron asesinados. Yo por lo menos estoy vivo.