lunes, 9 de junio de 2008

No partas ahora. Soñando el regreso.

Continuación del artículo de Alejandro Modarellei, publicado en Pagina 12, de Buenos Aires.



El paquete. Así llaman las celadoras a las presas de la cárcel de mujeres de Ezeiza, como si una vez que hubieran bajado a ese mundo dejasen en la puerta el sujeto que son. Como si adentro, sobre un suelo nuevo donde la vida no sabe todavía por donde fluir para defenderse, perdieran con la libertad, su condición de humanas, para convertirse entonces en un lastre que patear. La instituciónn penitenciaria no se siente interpelada por esos rostros que, al perder identidad, se borran. A causa de esa borradura y, cuando el sentido etico queda en suspenso, los que se atribuyen el poder sienten la tentacion de ejercer entonces la crueldad.


La mujer que delinque, y se trata de una catequesis histórica, traiciona lo que se supone la función reparadora de la feminidad. En lugar de dar parición y amparo, usurpa el ejercicio de la violencia y hasta mata; en lugar de ofrecer la salud nutricia de su pecho, transporta droga y de la dura; en vez de despojarse hasta de sus riñones, se apropia por la fuerza de lo ajeno. Un alarde de virtud criminal, alarde de falo, que por tradición no le corresponde. Y que explicaría, en parte, que las mujeres representen solo el 10% del total de la poblacion penitenciaria.



En el reparto de la actividad delictiva, a la mayoria de las reclusas les toco el papel menor: el de mulas, o el chiquitaje de la venta de droga. Entre ellas, hay un número alto de extranjeras de una clase social media, raro en las carceles de hombres, que cayeron en desgracia en aeropuertos o en barcos antes de ver cumplida la promesa del oro. La imagen mediática de mujeres en el ambiente carcelario inquieta al televidente mas que si se tratara de varones. Esa extrañeza, ¿ no se asemeja en algo a la angustia del chico que espía a traves del ojo de la cerradura, y constata que mamá tambien goza? Si es así, dirán las instituciones, habrá que disciplinar a esa madre impura, tarea que quedara a cargo del Servicio Penitenciario a traves de la apoteosis del croche o la bienaventuranza de las manualidades.


Pero la suspensión de la vida individual entre las convictas tiene, no obstante, sus fisuras: redes afectivas que ayudan a sustraerse a la opresión de ese confinamiento, y les devuelven el rostro humano. Marta Dillon, que viene estudiando desde 1998 las condiciones de vida de las reclusas —y publicó el año pasado su resultado en Corazones Cautivos — escribe que: a diferencia de los hombres que reproducen en el pabellon la violencia que el poder ejerce sobre ellos, "las mujeres —que no estan exentas de relaciones violentas— tienden a formar círculos que las amparan y resignifican el encierro... Las mujeres se buscan y se encuentran como madres e hijas, como parejas, como integrantes de una familia que establece lazos solidarios y practicas". Sin embargo, cierto orden masculino sigue presente bajo la forma de las presas chongos que distribuyen la mercancía que entra (droga), se hacen con la jefatura de cuerpos y corazones, e imponen jerarquias. En una teatralidad que busca despertar temor, respeto o admiración, se enredan a golpes con las carceleras, a veces por trivialidades.


"Pero al salir de la cárcel muchas de las pijudas no saben ya como moverse, ahí les caen encima las restricciones del genero. Pueden ser homicidas, ladronas, chongos, pero no son admitidas en el circulo masculino del delito grande. Y reinciden por motivos menores. Pasa que adentro muchas encuentran el reconocimiento social que en libertad pierden; la tumba es su habito, el que mejor manejan, y el regreso entonces es un destino ." Es Angela la que testimonia, una de esas ex convictas llegadas de la clase media, que cayó por inexperta en el aeropuerto de Ezeiza antes de embarcar droga a España. Rememora ahora a Alicia: "Me vio y me quiso en seguida como su mujer. Era andrógina, rapadita, muy chongo, una flacura tabla. Tenía varias causas encima, robo y asesinato. Muy pincheta y cocainomana, especialista en preparar pajarito, que es una mezcla de drogas. Yo era una especie de Susanita muy femme buscando el toro protector. Me enamore despues de haberme entregado por miedo, y con el amor vinieron los dramas cotidianos. Yo queria cuidarla de ella misma, pero no habia caso. Si la vida ajena le preocupaba poco, la suya menos. Creo que mi voluntad de ceder a sus arranques posesivos y sus agresiones me ayudaba a distraerme de la tragedia mayor que era la exclusion del mundo.

Salí antes que ella, por buena conducta, y desde afuera me dedique a trabajar por los derechos de las presas. Exigíamos la autorizacion para recibir visitas íntimas de otras mujeres. Me conecte con grupos de activistas Gittbi, y una iglesia de la comunidad, con la que organice una ceremonia de bendicion de pareja para Alicia y para mi. Ves, el Servicio Penitenciario autorizaba a Dios a bendecir nuestro amor pero no nuestro placer, porque jamas me permitieron, como visita, la intimidad fi'sica con Alicia".



Quise abrigarla, pero mas pudo la muerte


Alicia salio un año despues que Angela. Antes de la crisis del 2001. Se apiño en una de esas casas desvencijadas e inhabitables de la Boca, que el Estado destina a las liberadas sin techo. Las extranjeras en libertad condicional paraban en un hotelucho sobre la Avenida de Mayo. "Yo no podia tenerla en casa de mi viejo. Le conseguf un trabajito en la municipalidad pero no habia caso. No iba. Estaba cada vez mas violenta conmigo y el tema de la adicción se volvio inmanejable. Era imposible que le prestase atencion a la medicacion para el VIH, y se fue deteriorando hasta que pense: esta quiere volver a la tumba, y yo llego hasta acá, ahí no la acompaño mas.



Una noche salieron con otra piba a reventar una casa; el dueño las descubre y Alicia le pega un tiro, sin necesidad. Le dieron quince años más por reincidente. Mis visitas a la carcel ya no la calmaban, a veces ni siquiera me autorizaba a verla. Buena parte de esa epoca la paso internada en el (Hospital) Muñiz. Despues de un tiempo me aleje; yo habia conocido a otra chica y trataba de encontrar un espacio donde respirar, fuera del caldo de esa relación. Alicia murióa los pocos meses. Me entere tarde."


Angela da indicios sobre la precariedad de esa vida: "sabes, ella nacio en La Cava. (cárcel)

Los padres... imaginate". Como decir: su cuna, su tumba.

2 comentarios:

Maria dijo...

"como si una vez que hubieran bajado a ese mundo dejasen en la puerta el sujeto que son. Como si adentro, sobre un suelo nuevo donde la vida no sabe todavía por donde fluir para defenderse, perdieran con la libertad, su condición de humanas, para convertirse entonces en un lastre que patear."

Hace casi 40 años que se sabe que esto es exactamente lo que ocurre cuando se entra en una prisión. No sé bien que se ha hecho al respecto, apenas se publica nada sobre el asunto a menos que haya un motín. Y no me sorprende que haya diferencias sustanciales tanto en el comportamiento como en el trato que reciben según se trate de hombres o de mujeres. A partir del momento en que queda establecido que "nosotros somos los buenos y ellos los malos" puede ocurrir cualquier cosa.

Stultifer dijo...

Seguro que dejan de ser de condición humana al entrar en la cárcel: se convierten en paquetes incómodos.