jueves, 31 de enero de 2008

Porqué aprobé fisicoquímica

Prometo, después de esta, no contar más batallitas sobre como aprobé alguna que otra asignatura en la carrera, básicamente, porque exceptuando una tercera en la que medió más la suerte que mis conocimientos, el resto fueron aprobadas en condiciones normales, es decir, sin chuletas.

Sin embargo, fisicoquímica es un ejemplo claro, de como en la vida se puede tener o no tener fortuna. Para los que no conozcáis de que va eso de la fisicoquímica, os diré que, de acuerdo al renombrado químico estadounidense Gilbert Lewis, "La Química Física es cualquier cosa interesante", (wikipedia dixit). Así parece hasta bonito, pero cuando desde pequeño has aborrecido la física y has aprobado química con malas artes, el conjunto AUB, donde A es la física y B es la química, se planteó desde el principio como una pesadilla de difícil resolución.

Os prometo que el primer año (segundo de carrera) que me toco lidiar con esta asignatura, intenté con todas mis fuerzas, aprobarla. Asistí a las primeras clases del curso con poco entusiasmo, pero decidido a no tener problemas. La cosa, sin embargo, se truncó cuando las partidas de mus en la cafetería de la facultad, se cruzaron en mi camino.

El resultado a mi falta de esfuerzo, fue contundente. Suspenso en febrero y en junio y "no presentado" en septiembre.

Al año siguiente, mi padre, hombre sabio y cabal, decidió que puesto que su hijo no tenía demasiadas expectativas con la asignatura, lo mejor era pagarle una academia que le permitiese alcanzar los mínimos exigidos para cruzar el Rubicón con decoro. Así pues, cada mes destinaba 10.000 pts del año 1990 en la formación académica de su vástago. Llegado el examen de febrero, ese vástago volvió a suspender el primer parcial, pero consciente de la reprimenda que le aguardaba en casa, decidió echarse un farol (para eso había aprendido a jugar al mus en el año anterior) declarando que había obtenido un aprobado raspado.

Tras esto, y visto que tampoco la academia daba para más, me pasé los siguiente meses gastándome las 10.000 pts de la academia en mi propio beneficio. Cines, copas y cenas, enter otros, dilapidaban cada mes esa pequeña fortuna que caía en mis manos.

Sin embargo, al igual que a la díscola cigarra le llega el otoño sin haberse aprovisionado para el mismo, un día amaneció en el mes de junio y con él, vinieron los exámenes.

El día anterior a la prueba de fisicoquímica, me encontré sin conocimientos de la materia, sin tiempo para adquirirlos y con la amenaza fantasma de un padre furibundo por el dinero malgastado. Así que decidí hacer lo único que podía: dejar que me pillasen copiando en el examen. De este modo, suspendería igual, pero la bronca paterna cambiaría del "¿Que has estado haciendo todo este tiempo?" al "Hijo,¡Tu eres tonto!", que la verdad, me parecia menos lesiva para mi autoestima.

Así, con buenas artes preparé una hermosa chuleta con lo que mis compañeros y amigos (que gentilmente me habían pasado sus apuntes), me indicaron era lo más importante de la materia. Además, aleccionado por uno de ellos, me leí el tema de las "propiedades coligativas", que era una de las obsesiones del profesorado.

El objetivo del plan era fácil. En ese departamento (que constaba de varias asignaturas de las que ya me había examinado y milagrosamente aprobado) había un profesor, que se dedicaba durante el examen a ponerse en la retaguardia del alumnado, acechando a los que copiaban, hablaban o sacaban la chuleta, con unos niveles de éxito en pilladas bastante notable. Yo esperaría al momento oportuno, para sacar la chuleta y ser pillado infraganti con la misma.

Sin embargo, la diosa fortuna estuvo ese día conmigo, aunque al principio no lo considerase como tal. Llegado el momento del examen, el profesor-policía fue requerido para vigilar otra sala, dejándonos a nosotros con los típicos maestros pasotas. De esos que se sientan en la mesa, conversan entre ellos, y de rato en rato levantan la vista haciendo como que vigilan, pero sin mirar a nadie en concreto. Como entenderéis, al ver eso no me quedó más remedio que mirar mi examen a ver de que iba. Primera sorpresa. Define la propiedad coligativa Presión osmótica (tantos años y todavía me acuerdo). "Bueno - pensé-, por lo menos no haré el ridículo", y escribí lo que recordaba haber leído el día anterior. Segunda pregunta, "¡Ahí va! Si esa la tengo en la chuleta", así que con cuidado y disimulo la saqué y copié. Lo mismo ocurrió con el resto de las preguntas y problemas. Algunos me los inventaba, y en otros tenía la información necesaria para no dejar la pregunta en blanco. Cuando una hora y pico después (nunca he aguantado en un examen más de dos horas) entregué los folios a los docentes, me sentí el chaval más afortunado de la carrera. Había conseguido aprobar un hueso, pasarmelo de cine durante dos años y ahorrarme un bronca con sermón incluido por parte de mi progenitor.

Lo mejor de todo, es que en todos estos años de trabajo, el único conocimiento que he necesitado de la fisicoquímica, ha sido el de la presión osmótica, curiosamente el que me sabía.

miércoles, 30 de enero de 2008

LA CONSPIRACION


Dedicado a tí


Los cafés de la ciudad de Buenos Aires son el Segundo Poder Legislativo de la Nación. Allí los ciudadanos se expresan libremente, sin tapujos y con más contundencia que en el Congreso Nacional, donde Diputados y Senadores, defienden más sus intereses sectarios, que el bien general. En los cafés no existe hora para deliberar fijada de antemano, ni tampoco Orden del Día. Las cosas surgen en cualquier momento y de manera espontánea. Y a tenor de lo dicho, en el célebre café La Humedad, surgió de la nada un debate profundo.
En rueda de tertulianos, un señor flaquito largó la siguiente andanada: “Cada vez que me cruzo con una mujer hermosa, pienso que ella no será para mí; cada mujer bella que pasa sin detenerse ante mí es una historia de amor que no se me concreta. Y yo digo: "si tú no me conoces ¿Cómo podrás olvidarme?”. Se produjo un silencio prolongado entre los parroquianos. El tema se las traía.
El señor flaquito siguió diciendo: ”No se puede negar el poder diabólico de la belleza, es mas fuerte que el del dinero. Las mujeres hermosas conocen perfectamente el calibre de sus armas, y las utilizan para provocar el sufrimiento de los hombres. Ostentan su belleza, pero no permiten que ninguno la disfrute”.

—Si señor —afirmó un señor bajito—, lo que usted dice no es casual, obedece a un plan diabólico. Existe una conspiración por parte de las mujeres hermosas contra los hombres.
—No lo creo—dijo un señor gordito—, suelen verse todos los días mujeres hermosas acompañadas por algún caballero, lo que demostraría que por lo menos uno salió airoso, aunque esto, claro está, no deja de ser trágico; porque es una posibilidad menos que yo tengo.

—A mi me parece —dijo un señor de bigotito—, que el problema es que los hombres no sabemos piropear a las mujeres, entonces, ¿cómo pretendemos que nos lleven el apunte? El piropo es un género artístico que debe ofrecerse desinteresadamente. Usted suelta un buen piropo, pero no debe esperar nada a cambio.

—¡Ah, no! —dijo un señor peladito—, si yo digo un piropo, es para obtener una respuesta alentadora, y ver luego si consigo comenzar un romance, si no, no vale.

—¡No creo en una conspiración! —afirmo un señor viejito—, mi larga experiencia me dice que las mujeres hermosas se odian entre sí, por lo que es imposible cualquier tipo de acuerdo en esa materia.

Un señor jovencito terció:”Si el propósito de las mujeres bellas es hacer sufrir a los hombres, tienen dos formas de hacerlo. Pueden vivir un romance con los tíos o pueden no vivirlo”.

—Yo creo —dijo un mozo del café— que debiera hacerse una encuesta entre las mujeres hermosas para ver que sale. Pero antes, debe definirse con precisión que es la hermosura, para saber quién pertenece o no a esa categoría.

—Seguro que esa encuesta fracasa —dijo el dueño del Café—, porque las mujeres o pensarán que los “encuestadores” solo quieren ligar, o si es cierto que conspiran, no les dirán la verdad a sus víctimas.
—Hay un indicador que no falla —dijo un inspector municipal—, si una mujer es hermosa, seguro que es tonta, y las tontas no tienen inteligencia para conspirar.

—¡Cuidado! —dijo un viajante de comercio—, que hay mujeres que son feas y tontas. Una mujer fea e inteligente no entraría en la encuesta, y una mujer hermosa e inteligente, no creo que exista”.

—¡No le permito! —intervino un señor miope—, ¡mi novia es hermosa y es inteligente!

—Lo que pasa—le espetaron—, es que usted es ciego y no ve una hostia.

—Pero hay algo más —dijo un señor que pasaba por allí—, hay mujeres feas, a las que los hombres les han hecho creer que son lindas, y luego se dan el lujo de despreciar a hombres que jamás pensaron en conquistarlas.

—Y usted —preguntó un señor barbudo—, ¿como se da cuenta que una mujer es hermosa?

—Porque siento un puntapié en el corazón”—dijo el dueño del Café.

El debate siguió por horas, y al final, como pasa siempre, le dieron la razón al que tenía mas plata de entre los presentes.

martes, 29 de enero de 2008

Porqué aprobé química

De batallitas de estudiante el mundo esta lleno, ya lo sé, pero a raiz de la entrada de Noa, he recordado como aprobé química en primero de farmacia.

Se acercaba el examen de septiembre (de los intentos de febrero y junio es mejor no hablar), y las expectativas se reducían a un nuevo suspenso. En estas estabamos, cuando un amigo estudiante de ingenieria, me ofreció una calculadora-ordenador. Vamos, lo que ahora sería una antigualla y en aquella época era el no va más de la tecnología. La calculadora tenía una memoria de 48k (¡¡¡¡¡48K!!!!!, supongo que hoy hasta un silbato tiene más memoria), que funcionaba de la siguiente manera:
En circunstancias normales, la calculadora ofrecía una serie de funciones básicas, como logaritmos, derivadas, la tabla periódica de elementos y otras más. Funciones que "desaparecían" a medida que se guardaban datos hasta completar las 48k disponibles y que volvían a aparecer en caso de reseteo del disco duro o de eliminación de los archivos creados.

Por supuesto, toda la información que introduje, hizo que esas funciones quedasen completamente inactivadas. El examen comenzó y yo, feliz como un niño, copié y copié y copié.
Cuando quedaban 2 preguntas (curiosamente la prueba constaba de 12), alcé la vista y descubrí horrorizado, que una profesora cuidadora, había reparado en mi calculadora, y tras consultarlo con un compañero, comenzaba a revisar todas los instrumentos electrónicos del alumnado. Como yo estaba en cuarta o quinta fila, no puso empezar directamente por mi (o fue muy lela, no lo sé), así que opté por la única opción que me quedaba, que era pinchar con el boli, el punto de reset de la memoria. Esto me lo había explicado mi amigo, pero no había tenido la oportunidad de verificar su correcto funcionamiento.

La escena que siguió a continuación fue digna de una película. Cuando llegó a mi lado, la sádica sonrisa de la profesora, fue lo único que ví. En un rápido movimiento, cogió la calculadora y a voz en grito exclamó: ¡He pillado una, he pillado una!. Imaginaos la situación. Septiembre. Cuatro de la tarde Un calor de justicia. Cien alumnos mirándome con la conmiseración de quien mira a un reo condenado y un cuerpo técnico feliz de haber pillado al tramposo, justificando así la tarde perdida en el aula.

Con voz queda, y haciéndome el idiota, dije: "Es solo una calculadora. No sé usar la memoria"

Entonces, ocurrieron tres cosas. Una tuve suerte, dos tuve mucha suerte y, tres, tuve muchísima suerte.
Tuve suerte, porque para demostrarle que no tenía nada en la memoria utilizada como chuleta, tuve que acceder al disco duro sin saber si este se habría formateado, cosa que, afortunadamente, había sucedido.
Tuve mucha suerte, porque al liberar la memoria, quedó operativa la función de tabla periódica de elementos, que, curiosamente, necesitaba para las dos últimas preguntas del examen.
Y, por último, tuve muchísima suerte, porque la profesora no tenía ni idea de manejar esas calculadoras, por lo que no profundizó en ella y no me pudo suspender por esa tabla periódica, que sí podía haber sido utilizada como acusación, pese a haber estado deshabilitada durante todo el examen.

Lo más injusto de todo, es que con un examen perfecto, tan solo me pusieron un suficiente.

lunes, 28 de enero de 2008

Crónica del no querer querer.

Hace unos días un amigo me contó una maravillosa y a la vez terrible historia de amor.
Su relato era tranquilo y pausado, matizado por el tiempo y la paz que otorga el haber querido profunda y tiernamente.
No se trataba de una historia de amor a la vieja usansa, ni siquiera sus protagonistas eran Romeo y Julieta, pero desde luego sus palabras quedaron grabadas en mi memoria profunda y surgen ahora como un recuerdo latente.

Desde entonces una pregunta ronda mispensamientos. ¿Es lógico desterrar lo más maravilloso de la vida por miedo al sufrimiento?.

Pasamos la mayor parte de nuestra existencia sobre la línea blanca del camino, sin salirnos de los márgenes por temor al peligro.
LLamamos locos a los que se atreven a desafiar a los elementos y juegan con el destino y con la muerte.
Apreciamos la lógica de los sensatos y los mandamientos de los sabios.
Guardamos nuestros deseos y sentimientos en un corazón de hierro acorazado.
Y con eso creemos vencer al beso de la muerte, sin saber que no hay peor muerte que la de enterrarse en vida.

Imagino un hombre desesperado y consciente de que el tiempo se acaba.
Casi puedo verlo acariciandole el rostro con su mirada hasta el amanecer, sabiendo que quizás esa sea la última madrugada.
Amar a sabiendas de que no hay futuro, de que todo acabará, que dentro de unas horas o unos días ella ya no estará aquí, en sus brazos, tan pequeña, tan fragil.
Y aunque por nada del mundo desearía su suerte, admiro su valentía y querría ofrecerle el consuelo de un abrazo.

Y en el extremo opuesto me rebelo contra el ser que huye del dolor y recorre el camino de la soledad y el abandono.
No ver, no abrazar, no acariciar, no amar para no sufrir. Alejar de tí una parte de tu ser, para que la mente pueda atravesar indemne el oscuro velo de la desesperación. ¿Cobardía?. ¿Pánico?. ¿Terror?. No quiero ni imaginarlo. Pero debe ser la peor sensación del mundo. Abandonar lo que más deberías amar, por miedo a querer tanto que el corazón se rompa en pedazos.

¿Es posible vivir con ese recuerdo?...Pero ¿Quien soy yo para juzgar el sufrimiento ajeno?.

En esta crónica de desvarío una respuesta se vislumbra en mi mente.

"Jamás renegar ni pedir perdón por haber amado demasiado, sino por no haber amado".

Un abrazo de oso a todos los que valientes que al menos por una vez no huísteis del amor.





domingo, 27 de enero de 2008

Porque estoy aquí...ahora

Nado en la oscuridad,… respiro bajo el agua como un pez dentro de mi piscina placentaria. El claustro materno me acoge con tibieza y abro mis enormes ojos, como si en realidad pudiese ver.

Una contracción violenta, inevitable, desgarradora, que me expulsa al mundo. Un parto que me arroja al frío y a la soledad.

Trato de respirar, pero aún no se han desplegado mis pulmones. Entonces grito. Un grito que suena a llanto, que me rompe por dentro, pero que abre mis alveolos y me permite sobrevivir. Un grito para que entre el aire en mi interior,… para no enloquecer.

Apoyo mis débiles músculos y me esfuerzo en incorporarme, un pie luego otro…caigo una y otra vez. Pero hay manos amigas que me ayudan a levantar.
Manos que me devuelven un poco de calor,… porque….hace frío…

Me descubro endeble y desvalida, una larva que tendrá que enfrentarse a la metamorfosis.

Busco un lugar en donde tejer mi crisálida, y me acurruco adoptando de nuevo el estado fetal.

Más oscuridad, más frío, más soledad, pero… más calma. Las sombras que se apoderan de mi mente durante días. ¿Por qué será tan difícil vivir?.

Me despierto y aún somnolienta entreveo un resquicio de luz. Araño y muerdo la seda que me protege y consigo abrir un pequeño orificio.
Primero una leve luz dorada, luego un rayo que me ciega.
Mis extremidades luchan por el espacio y consiguen salir al exterior.
Y así como la llegada de la primavera, como una puesta de sol, como un amanecer, despliego como un abanico mis alas de mariposa.

Nuevos colores y olores, nuevos sabores. Alas para volar, que no se usar. Antenas que papan sin sentir… Poder libar el néctar y saborearlo. Pero sobre todo abrir mis brazos y alcanzar la libertad…la felicidad.

Me acerco a una gota de rocío y me miro en su convexo espejo. ¡Que extraña apariencia!, pero que hermosa. Mis ojos son los mismos, sigo siendo yo, no todo se ha perdido en el cambio… pero cada día adquiero nuevos colores, como si quisiera recrear la propia naturaleza.

Otras de mi especie giran a mi alrededor, me ofrecen de nuevo la amistad y me arrastran al interior de un torbellino que me eleva. Me siento de repente parte de los vientos y las nubes. Me abro como una flor, para acoger las brisas que quieran transportarme.

¡Qué hermoso es vivir!, pienso ahora, y mi mente me traiciona y me reprocha el sentirme bien…”pero no te fíes...volverás a caer”…

Así que cierro los ojos, respiro profundamente y decido:
Beberme la vida a sorbos y amar con la intensidad de mi último día sobre la tierra. Porque sí, porque estoy aquí, porque estoy viva, a pesar de todo…increíblemente viva.

…Y porque al fin y al cabo… ¿Cuántos días viven las mariposas?...

viernes, 25 de enero de 2008

INVENTORES

A propósito del comentario que NOA hizo a la etiqueta de SIMBA



El prestigioso barrio de “La Paternal”, de la benemérita “Ciudad de Buenos Aires”, fue pródigo en inventores de toda laya y de cualquier especialidad. En honor a la brevedad y para no cansar al lector, me referiré solamente a uno de ellos.
Nicolas Mutolo era un obrero de la industria metalúrgica, que una vez concluida su jornada laboral, gustaba sentarse en las sillas de la vereda de un café en la Avenida San Martín. Allí, detrás de su cerveza de rigor, disfrutaba del espectáculo que daba la gente al pasar frente a su mesa. Sus largas observaciones y meditaciones lo llevaron a inventar un aparato —muy sencillo—con el que comenzó a participar activamente del espectáculo que la buena gente le ofrecía. Se trataba de una especie de palillo dental, pero era de un metal que combinaba rigidez y flexibilidad. Mucho menos que un clavo, pero más que un resorte. Nicolás había perdido una pieza dental, un molar, dos dientes antes de la muela del juicio. Allí reinaba un agujero, pieza maestra de su futura invención. El engendro se completaba con bolillas de metal pequeñas, similares a los perdigones que tienen los cartuchos de las escopetas. Y así, un santo día comenzó a funcionar el artilugio. Nicolás se introducía primero en la boca una bolilla de metal y con la lengua la desplazaba hacia el agujero mencionado. Luego se ponía el palillo metálico y colocaba uno de sus extremos en el agujero, al lado de la bolilla; ejercía una cierta presión lateral, abría la boca y la bolilla salía disparada hacia afuera como un auténtico proyectil que era. Al principio las bolillas caían en cualquier lado por falta de dirección precisa. Pero nuestro hombre—paciente como era—logró acomodar el ángulo de tiro,— no antes de severas pruebas— y sus proyectiles comenzaron a impactar en la gente. Primero fue en las piernas y luego en el cuello, cabeza y cara de los paseantes.
Como es lógico, cada sujeto o sujeta impactada, reaccionaba con mucho enojo, ya que
sentía un dolor no despreciable en su humanidad. Miraba en torno tratando de averiguar de donde provenía el proyectil, y a lo sumo podía ver un apacible ciudadano sentado en una mesa del café, y con cara de tonto, mirando hacia otro lado. El afectado optaba por retirarse. Esta situación comenzó a repetirse de manera alarmante. Nuestro francotirador se exacerbó peligrosamente, afinó aún más su puntería, se cargó la boca de cantidad de bolillas y empezó a disparar de a dos y tres por vez, alcanzando incluso a los tranvías 86, 94 y 95 que circulaban por la avenida, amén de algunos automóviles.
A tal extremo llegaron las cosas, que cundió la alarma en el barrio. Los tranvías comenzaron a circular con las ventanillas bajadas y los paseantes, llegados a la zona del café se cruzaban a la vereda de enfrente…por las dudas.
La “Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires” y la “Asociación de Amigos de la Avenida San Martin” presentaron sendas denuncias ante la Seccional 41 de la “Policía Federal” que tenía a su cargo la vigilancia de la zona. Se declararon
alarmadas por el impacto negativo que en sus negocios producía semejante salvajada.
El Comisario Duragnolo, hombre avezado en su especialidad, se puso al frente de la investigación y en el término de pocos días logro arrestar a Nicolás Mutolo que fué
llevado a la Seccional. Allí le llenaron la boca con medio kilo de bolillas y se la cosieron con hilo sisal. Luego lo pusieron en libertad, pero antes el comisario le dijo: “Ahora, si queres tirar bolillas, lo vas a tener que hacer con el culo, hijo de puta”.

jueves, 24 de enero de 2008

Simba

Iba a realizar mi primera entrada hablando de los Bardem y de los artistas en general, pero la verdad, es que me ha parecido mal comenzar criticando.

Así que he decidido contar una anécdota que tuvo lugar hace muchos años.

A poco de casarme, mi mujer tuvo morriña de tener un gato, así que fuimos a una tienda de mascotas (teníamos una mala experiencia con un gato callejero) y compramos a Simba. Una gatita siamesa.

Un día, en el que yo me encontraba en la oficina, llamó mi mujer muy alterada y llorando a moco tendido. En medio del llanto, solo atiné a entender Simba y lavadora. Como trabajaba a cinco minutos de mi casa, me acerqué allí y me encontré a la gata (que tendría dos o tres meses) completamente empapada y tiritando de frío.

La historia es la siguiente. Mi gata en su relación con nosotros parecía un perro. Nos seguía a todos lados. Se subía a nuestras rodillas a dar y recibir cariño y cuando la llevabamos al campo, no se separaba ni dos metros. Ese día, probablemente se metió entre la ropa para lavar, y acabo en la lavadora. Una vez se puso ésta en marcha, mi mujer se fue a planchar y, a los cinco minutos, al no ver a la gata a su lado empezó a buscarla sin éxito. Cuenta que, en una de estas, oyó un maullido lejano y, claro, como nuestra casa de 60 m2 no daba para mucho, empezó a buscarla en cajones y armarios intentando seguir el sonido cada vez que lo oía. Así llegó a la cocina, y al escuchar de nuevo el maullido, ahora más nítidamente, dirigió su mirada a la lavadora y vio Simba, girando como en los dibujos animados. Por supuesto paró la lavadora, pero ya sabéis, que el programa de seguridad de éstas impide que se pueda abrir hasta pasados 3 minutos. Así que alli estaban las dos. Una empapada deseando salir de aquel zulo y, la otra, nerviosa y llorando, pensando que se había cargado al animal.

Lo mejor de toda la historia, es que cuando la llevé al veterinario y le expliqué todo lo que había pasado, el hombre sin inmutarse lo más mínimo (vamos como si fuera la cosa más normal del mundo) me espeta: ¿Pero ha centrifugado? No pude evitar partirme de risa imaginando la situación.

En fin, esto me ha venido a la cabeza, porque este fin de semana, estaba mirando fotos viejas y vi a Simba. Mi primera "hija"

miércoles, 23 de enero de 2008

LOS VIENTOS



En el extremo sur del continente americano, al sur del río Colorado y hasta la región denominada La Tierra del Fuego, se encuentra una región inhóspita conocida como La Patagonia. Sobre ella tienen jurisdicción dos países, Argentina y Chile.
Se trata de una extensión inmensa, comprendida entre los océanos Atlántico y Pacifico, que está permanentemente expuesta a la acción de los vientos que soplan de ambos océanos. Los vientos son bravíos y alcanzan velocidades de hasta 200 km. por hora. Los viajeros provenientes de otras tierras, —que la han recorrido— conservan en su memoria impresionada, el aullido de las corrientes que allí han escuchado. A consecuencia de ellas, la vegetación arbórea es bastante escasa, y los pocos ejemplares que consiguen desarrollarse no lo hacen en forma recta hacia el cielo, sino que se encuentran inclinados.
En el año del señor de 1919, llegó al poder en Argentina el candidato de la Unión Cívica Radical, D. Hipólito Irigoyen. Era la primera vez que se elegía un Presidente constitucional a través del voto secreto y obligatorio de todos los ciudadanos argentinos.
Se trataba de un gobierno de corte popular, en realidad el primero de ese tipo que tenía el país desde su formación en 1862. Una de las preocupaciones del nuevo Mandatario fue la de dar empleo a todo el mundo. Y es así que llenó la Administración Pública de tantos nuevos empleados, que había lugares donde no cabían, físicamente, por lo que se les pedía que sólo concurrieran a “trabajar” una sola vez por mes, a efectos de poder pagarles el “sueldo”. Ante esa perspectiva tan nefasta, un asesor del Presidente tuvo la ocurrencia de descentralizar la Administración de forma tal que se enviara n empleados al interior del país. En el marco de tan brillante idea, se creo una “Comisión para el estudio de los vientos de la Patagonia.” Se sostenía, de cara a la galería, que constituía una prioridad nacional el posible aprovechamiento de tan enorme fuerza, la que convenientemente transformada en energía, solucionaría infinidad de problemas al mundo. Viéndola en perspectiva, aquella era una idea tan de avanzada, que a los efectos prácticos, no servía para nada. Pero el asunto pasaba por dar empleo, como fuera.
La Comisión se constituyo rápidamente y la integraron 18.153 personas. Dada la latitud del tema, estuvieron representadas en ella casi todas las actividades habidas y por haber en la Argentina de los años 20. Baste decir que había poetas, filósofos, comisarios de policía, corredores de comercio, vendedores ambulantes, amas de casa, cabareteras, etc. Dado que en el arranque de sus actividades, era poco menos que imposible dar ubicación a tantas personas en la Patagonia, se resolvió que una parte pequeña de la Comisión, —unos 2.265 miembros—constituyera una avanzada y se trasladara al lugar a fin de comenzar las tareas.
Llegados al lugar establecido, una unidad militar situada en el corazón geográfico de la región, comenzaron las dificultades: ell Jefe del Destacamento les advirtió que el Ejército no le había enviado ninguna instrucción respecto de la Comisión, pero que él, —hombre de corazón gaucho—no los dejaría en la estacada . Fueron alojados en un enorme barracón y, por la buena voluntad de los Estancieros del lugar, fueron aprovisionados de abundante carne de oveja y leña a efectos de poder cocinar sus comidas. Las condiciones de vida del lugar eran durísimas, los fuertes vientos , las bajas temperaturas y las nevadas eran dignas de Siberia. Un cierto número de empleados desapareció misteriosamente. Los habitantes del lugar aclararon el misterio: se los había llevado el viento, quién sabe dónde. Otros, con más suerte, sufrieron congelamientos en las extremidades del cuerpo, razón por la que hubo que cortarles las partes afectadas —brazos, piernas, dedos— ya que no había otra forma de practicar la medicina. No faltaron los afectados psíquicos, quienes creyeron reconocer en el lugar, las descripciones del Infierno, según la Divina Comedia. Ellos quedaron abandonados de la mano de Diós, ya que el Psicoanálisis todavía se estaba inventando por parte de Freud.
Los paisanos del lugar se encogían de hombros y decían: “ pobres, están locos.”
Cuando llegó el buen tiempo, lo que quedaba de la avanzada de la Comisión, pudo trasladarse de vuelta a Buenos Aires. Allí anoticiaron al resto de los integrantes del proyecto sobre las dificultades de realizar los estudios encargados. La masiva reunión se realizó en la cancha de fútbol del Club Boca Juniors, en presencia de Delegados del Gobierno. Se resolvió suspender las actividades hasta que se proveyera de las infraestructuras necesarias para tan noble cometido. Mientras tanto, los integrantes de la Comisión seguirían cobrando sus “sueldos”, ya que lo prometido, es deuda.
El Presidente Irigoyen terminó su mandato en 1922, fue sucedido por Marcelo T. de Alvear —nombrado a dedo por Irigoyen—, quien termino su mandato en 1928.
Le sucedió otra vez Irigoyen, quién fue derribado por la Revolución del 6 de setiembre de 1930 encabezada por el General José F. Uriburu. Uno de los primeros actos del nuevo gobierno fue disolver la “Comisión para el estudio de los vientos de la Patagonia”.

lunes, 21 de enero de 2008

PAPEL


Los hechos que aquí van a referirse tuvieron lugar allá por el año 1930. Como toda historia tiene un principio y un lugar de desarrollo; esta comenzó en el porteñísimo Barrio de La Paternal, de la ciudad de Buenos Aires, Capital Federal de la República Argentina.
Permítaseme decir que este notable barrio fue cuna y residencia de hombres y hechos que trascendieron las fronteras de aquel país sudamericano, —siendo la que aquí se relata—una de las más representativas.
Las cosas, como suele suceder muchas veces, tuvieron un arranque inicial de lo más inocente. Un grupo de personas,—aficionadas a distintas especialidades artísticas— hartos de cosechar fracaso tras fracaso, decidieron agruparse en una Asociación con el objetivo de brindarse ayuda mutua. Decía la primitiva Junta Promotora que la entidad…
“será como una enorme cueva, donde sus socios/habitantes podrán protegerse de las inclemencias de la incomprensión, la envidia, las mafias y otras yerbas que tan fuertemente soplaban afuera”. Como corolario decidieron bautizar el engendro con el nombre de “Sociedad de Renunciantes del Río de la Plata”.

El objetivo social sería…”el de renunciar por anticipado a los posibles premios o reconocimientos que diversas Fundaciones otorgaban, y que eventualmente pudieran corresponderles”. Vale decir, que los integrantes de tan magna asociación, de motu propio y anticipándose a los hechos, declinarían toda suerte de honores y reconocimientos, equiparándose en su filosofía a los postulados de Diógenes, El Cínico, quién ante un ofrecimiento de Alejandro Magno le contestó: “métetelo en el culo y no me quites el sol”.

Semejante amplitud de miras, no solo los colocaba en la primera línea de la Etica, sino que también contribuía a elevar su moral de trabajo, al saber que de ahora en más, quedarían al margen de cualquier componenda, chanchullo o extorsión que pudiere influir en sus actividades artísticas. Y lo que era más importante; ellos habían decidido esa línea de conducta; y solo ellos. También quedaban en un pié de igualdad frente a las Fundaciones otorgadoras de premios, señalándoles que el renunciamiento era el emblema de los Santos y las Santas. Aunque a decir verdad, podrían haberse ahorrado las renuncias, ya que en la práctica nadie les daría nunca un centavo por sus “obras” artísticas.

Pero, lo que empezó siendo un proyecto mutualista privativo de determinadas personas, y sin más pretensiones que la defensa de unos intereses pequeños, tomó entidad propia y sobrepasó a sus primitivos fundadores. En efecto, lo que originariamente fuera exclusivo de la Ciudad de Buenos Aires, fue copiado por otras ciudades del país y de países vecinos. Y no solo ello, sino que otras actividades no artísticas también copiaron la idea y organizaron sus Asociaciones de Renunciantes.
No pasó demasiado tiempo en que la buena nueva llegara al resto de América Latina, luego a EEUU y más tarde a Europa.
A consecuencia de ello se contaban en 1932, y en plena crisis del capitalismo, unas 900.000 Asociaciones de Renunciantes en todo el mundo Occidental. Algunos Sociólogos de la época consideraron los hechos bajo una nueva óptica, y en vez de hablar de una expansión de la idea, sostenían que se trataba de una metástasis ideológica. Los efectos de semejante crecimiento no tardaron en hacerse notar. De pronto, numerosas Fundaciones, Universidades, Clubes de footbal, Municipios, Entidades Vecinales y un larguísimo etcétera, se vieron inundadas de cartas de personas que declinaban los honores que hipotéticamente pudieran corresponderles. Los servicios de correos se vieron súbitamente desbordados, los tradicionales repartos de cartas por medio de carteros debieron ser sustituidos por camiones. Los empleados del correo reclamaron mayores salarios; sostenían que a mayor trabajo corresponde mayor sueldo.

Las estampillas postales se agotaron en todo el mundo, y para franquear las cartas se inventó —precipitadamente—una máquina que colocaba obleas en lugar de estampillas. Este invento perdura hasta nuestros días, lo que demuestra que no hay mal que por bien no venga. Pero la que sufrió un crecimiento descomunal fue la industria papelera, a tal punto, que en plena crisis bursáti l—iniciada en 1929— los únicos títulos que tenían cotización en las alicaídas Bolsas mundiales eran los de ese sector..
A tal punto llegó la demanda que comenzó a notarse,— a escala mundial— un desabastecimiento de papel nunca conocido hasta ese entonces. La primera reacción vino de la Asociación Mundial de Empleados Públicos, quien puso el grito en el cielo, alegando que escaseando el papel sus miembros se verían condenados al despido y la miseria.
Al poco tiempo, la Sociedad de las Naciones publicó un estremecedor informe: de continuar así la demanda de celulosa, las reservas de madera del planeta se agotarían en dos años, incluida la selva del Amazonas.

A fines de 1932, se reunió en Ginebra, Suiza (no Bols) un Comité formado por doce mil miembros en representación de todas las naciones del planeta, quienes luego de deliberar durante diez minutos, tomaron la estratégica decisión de…” suspender de inmediato el funcionamiento de todas las Sociedades de Renunciantes que operaban hasta ese momento, prohibir la constitución de nuevas asociaciones al estilo y delegar en los países miembros la facultad de cerrarlas definitivamente”. Esto último a fin de que cada Estado preservara su soberanía.

De aquella Resolución puede decirse —sin el menor rubor— que se convirtió en “papel mojado” ya que solo cinco Estados resolvieron prohibir las Asociaciones en cuestión, y el resto ni siquiera abordó el tratamiento de la recomendación final de la Sociedad de las Naciones, por lo que aquel noble propósito sigue suspendido en casi todo el mundo a la espera de su tratamiento final. Y de esto transcurrieron ya setenta y seis años, incluso la Sociedad de las Naciones desapareció en 1946.

sábado, 19 de enero de 2008

INSTRUCCIONES PARA LLEVARSE UNA CHICA A LA CAMA


El autor de estas instrucciones advierte que, solo puede escribirlas en el sentido anunciado, ya que, su condición de heterosexual furibundo, le imposibilita —por falta de práctica— escribir las normas para llevarse un chico a la cama. Es de rigor advertir que, el título de este trabajo induce a un error fatal de apreciación, ya que a las chicas no se las lleva a la cama, sino que van por decisión propia. Quién piense que por sus habilidades donjuanescas —solamente— va a convencer a una chica para llevársela a la cama, más vale que se dedique a cazar mariposas.
El primer movimiento, que debe efectuar el “llevador”, consiste en observar con detenimiento y atención a la presunta candidata, dentro del universo posible que ofrece este mundo traidor. Si advierte alguna sutileza de la parte contraria, como ser, caída de ojos, guiño, sonrisa cómplice, elevación de un hombro, caminar mirando el suelo y/o mirar de rabo de ojo a un costado, pararse en una vidriera o simplemente llamarlo, es señal que el varón debe iniciar la “llevada”. Se acercará a la presunta y será él quién inicie el diálogo/abordaje. De ninguna manera cabe esperar que sea la fémina quién diga las primeras palabras. El varón tendrá que tener presente que este momento es crucial para sus ambiciones, ya que la interesada, con apariencia de distraída, lo esperará con los oídos bien atentos, evaluara rápidamente su discurso y decidirá “in situ” si le lleva o no el apunte. Para no fracasar en el intento se recomienda no utilizar frases que contengan al sol, la luna y las estrellas. Tampoco las flores y/o lindezas por el estilo propias de nuestros abuelos. Más bien, deberá apelarse al humor y decirle, por ejemplo,— si está mirando una vidriera— “no compre aquí, que venden ropa usada”. Otro ejemplo es decirle: “¿no quieres un novio melenudo y sinvergüenza?”. También se recomienda…”¡qué ganas tengo de amar!” o telegráficamente…”experto en ternura se ofrece”. Si la presunta se sonríe y acepta el ofrecimiento, es señal de que la cosa arrancó bien. Lo que viene después es de una entidad tan amplia que resulta imposible glosarlo aquí, pero en apretada síntesis podríamos decir que los pasos son: charla inicial, pedido del teléfono, copas en un bar, salidas varias, aproximaciones peligrosas, besos robados, cierta pasión…. El varón no debe tensar la cuerda demasiado para solicitarle que lo acompañe a una cama, ¡nunca a un automóvil! Si lo hace, puede correr el riesgo de que su compañera, si es una sudaca, le diga “¡che viejo, cuándo me vas a llevar a la catrera!”. Eso estaría mal visto; debe ser el hombre quien formule la propuesta.

Corresponde aquí formular la pregunta crucial: ¿llevar una chica a la cama, para qué?
Pues lo decidirá ella, como se señaló al principio. A lo mejor, es para descansar o escuchar música solamente. ♂♀♂♀♂♀.